Reconociendo nuestros fracasos

La semana pasada me reuní con una de las agencias de conferencias en habla hispana más importantes. Me preguntaron en qué me diferenciaba yo de la mayoría de los speakers. Les dije que en mis conferencias explico cómo los ganadores fracasan hasta que ganan, es decir, me centro en explicar sin vergüenza mis fracasos como directivo y empresario y las lecciones de liderazgo que he aprendido gracias a ellos.

Cuál fue mi sorpresa cuando casualmente al salir de la reunión vi que Harvard publicaba un artículo en las redes sociales donde explicaba que los líderes se sienten confortables citando fracasos de otras personas, pero casi nadie habla abiertamente sobre sus propios fracasos. Es más, en muchos casos hasta se comportan como si fueran incapaces de recordar alguno.

Hablar de casos de éxito es interesante, pero cómodo. Cuando alguien habla de su propio fracaso lo suele hacer de soslayo o presentándolo como el resultado de algo que se escapaba de su control. Quienes ocupan una posición de liderazgo no quieren sentirse vulnerables. Quieren minimizar sus propios fracasos. Hacerlo puede parecer inofensivo, pero es crucial que los líderes no sólo acepten el fracaso de palabra, sino que también reconozcan sus propios fracasos. No hacerlo puede provocar varios problemas:

Si no es capaz de reconocer sus fracasos, tampoco podrá conectar con su equipo. Aunque es cierto que los trabajadores no querrán hablar de sus propios fracasos, tienen más probabilidades de conectar con líderes que sí lo hagan. Los líderes sólo parecen débiles cuando se comportan como si lo supiesen todo. Después de todo, un líder que nunca ha fracasado en nada es o una anomalía humana o un mentiroso, ya que ningún mar en calma ha hecho experto a un marinero. Incluso si el fracaso en cuestión no es aplicable al equipo, simplemente reconocerlo ayuda a conectar.

Si no es capaz de admitir sus fracasos, tampoco aprenderá de ellos. El fracaso sólo es positivo cuando se aprende algo importante de él y se hacen los cambios necesarios. Si no lo hace, no aprenderá de puntos de vista externos y será más probable que se aferre a la negación. Cuando explico mis fracasos en mis charlas, me quedo atónito al leer posteriormente los mensajes con las experiencias que han tenido otras personas, además de descubrir ciertos aspectos de cada evento que desconocía por completo.

Si no es capaz de reconocer sus fracasos, no los tolerará en los demás. Por mucho que los líderes digan abiertamente que el fracaso es necesario para lograr innovar, muchos se decepcionan con los trabajadores que fracasan o tienen problemas y dificultades en su camino al éxito. Esto cohíbe a los colaboradores y arruina la creatividad.

Si no es capaz de admitir sus fracasos, le resultará más difícil soportar sus futuros fracasos. Éste es un tema fácil de ignorar, pero muy importante. Olvidarse de los fracasos dificulta muchísimo pasar página cuando se produce el siguiente fracaso (y usted sabe que se producirá). Cuando yo me enfrento a un problema, me obligo a rememorar todos los fracasos de mi vida. Tras darme cuenta de que el fracaso está a la orden del día, encuentro más fácil avanzar y aprender de la catástrofe.

Nuestra hipocresía respecto al fracaso perjudica a nuestros trabajadores y empresas. Si ocupa una posición de liderazgo, ya es hora de que hable abiertamente sobre el fracaso. Sí, al principio resultará incómodo y embarazoso, pero aprenderá más y verá como su equipo y usted se vuelven más fuertes. Actúe ahora. No fracase en reconocer sus fracasos.

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